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Mostrando entradas de octubre, 2020

Sacrificio

  Supremum vale Ovidio   Caminamos por las oscuras y frías veredas del bosque, la noche está cerrada y las ramas, guijarros y espinas se encajan en las plantas de mis pies. Hoy es un día especial, un día de renovación, de compromiso, de dominio. Hace muchas lunas que se cumplió el ciclo vital, es menester darle lo que le pertenece, para tener equilibrio, para vivir.             Estamos como recién nacidos, purificados, y así tomamos cada uno nuestro lugar en el hexámetro que está tallado a un lado del acantilado. Somos los guardianes, nosotros sabemos lo que no se debe saber, y sufrimos para que otros no tengan que hacerlo. Abajo, solo hay oscuridad. Hace miles de años nuestros ancestros descubrieron el secreto, el engaño, y pudieron terminar con el dominio de la Diosa Blanca, ahora somos nosotros los que honramos el pacto, los que mantenemos seguros a los demás.             Nos recostamos mirando al firmamento, listos para la comunión. Mientras las Híades resplandecen anor

Las sabias costumbres

  Dedicado a Paulo, para que se asombre con las acertadas ideas de uno de los pueblos de ese mundo mágico que acordamos construir juntos.   El al parecer misericordioso Fray Paulo de Alosno, siguiendo los amorosos pero equivocados pasos de otro gran clérigo erudito, y digo equivocados porque según mi investigación, pertenecía clandestinamente a la gran horda de la herejía pues había sido corrompido por las ideas descabelladas del monje Hui Shen, y eso era lo que secretamente los unía. El nombre del citado sabio no podemos aclararlo por cuestiones de censura de esta casa editorial. El fraile llegó después de una terrible travesía de doce años en distintos gálibos de todos los tamaños y pendones, a las míticas costas del país de Fu-Sang. Pero no se quedó ahí por mucho tiempo, su camino siguió hacia horizontes más lejanos y aún más allá. En su grimorio Costumbres y maravillas de las tierras no cristianas de más allá del ultramar, de más allá del mítico país de Fu-Sang , mismo que

No habrá cuerpo, pero está muerto.

  Dedicado a la memoria del maestro Juan Rulfo. I El general Gerardo Méndez yacía acostado boca arriba en una carreta de pastura, algo le pasaba, agonizaba. El camino que llevaba a su hacienda estaba desierto, ni un alma pasaba por ahí. Esta era mala tierra, todo lo secaba, todo lo pudría, un llano infértil, polvoso, muerto. El sol como una rueda incandescente se cernía despiadado sobre los pocos matorrales que asomaban. El hijo del general, el joven teniente Ernesto Méndez lo miraba con odio. -           ¡Ahora soy yo el que manda!- Le dijo. ¡Ahora soy yo el de dinero! Y continuó hablándole así, en un tono duro, hasta que sus pulmones no pudieron más y comenzó a gritar. Y hubiera seguido así, el joven teniente, vestido de gala, con la pistola al cinto y su impecable sombrero de fieltro, si no fuera porque ladraban los perros, y allá lejos en el camino –cosa extraña- venían unas gentes asomando en la vereda. El   viejo se removió en el fondo, con la camisa desfajada y sin z