Ir al contenido principal

El próximo miércoles 5 de enero del 2022, será la presentación del libro "Horror cósmico y señores oscuros" de Kanon Ediotrial, en donde charlaremos sobre la antología.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sacrificio

  Supremum vale Ovidio   Caminamos por las oscuras y frías veredas del bosque, la noche está cerrada y las ramas, guijarros y espinas se encajan en las plantas de mis pies. Hoy es un día especial, un día de renovación, de compromiso, de dominio. Hace muchas lunas que se cumplió el ciclo vital, es menester darle lo que le pertenece, para tener equilibrio, para vivir.             Estamos como recién nacidos, purificados, y así tomamos cada uno nuestro lugar en el hexámetro que está tallado a un lado del acantilado. Somos los guardianes, nosotros sabemos lo que no se debe saber, y sufrimos para que otros no tengan que hacerlo. Abajo, solo hay oscuridad. Hace miles de años nuestros ancestros descubrieron el secreto, el engaño, y pudieron terminar con el dominio de la Diosa Blanca, ahora somos nosotros los que honramos el pacto, los que mantenemos seguros a los demás.             Nos recostamos mirando al firmamento, listos para la comunión. Mientras las Híades resplandecen anor

No habrá cuerpo, pero está muerto.

  Dedicado a la memoria del maestro Juan Rulfo. I El general Gerardo Méndez yacía acostado boca arriba en una carreta de pastura, algo le pasaba, agonizaba. El camino que llevaba a su hacienda estaba desierto, ni un alma pasaba por ahí. Esta era mala tierra, todo lo secaba, todo lo pudría, un llano infértil, polvoso, muerto. El sol como una rueda incandescente se cernía despiadado sobre los pocos matorrales que asomaban. El hijo del general, el joven teniente Ernesto Méndez lo miraba con odio. -           ¡Ahora soy yo el que manda!- Le dijo. ¡Ahora soy yo el de dinero! Y continuó hablándole así, en un tono duro, hasta que sus pulmones no pudieron más y comenzó a gritar. Y hubiera seguido así, el joven teniente, vestido de gala, con la pistola al cinto y su impecable sombrero de fieltro, si no fuera porque ladraban los perros, y allá lejos en el camino –cosa extraña- venían unas gentes asomando en la vereda. El   viejo se removió en el fondo, con la camisa desfajada y sin z